Energía 

Los 150 años de la aparición del petróleo en Venezuela

Por: Rafael Quiroz Serrano

Ayer domingo 18 mayo, se cumplieron 150 años de la aparición del petróleo en Venezuela. Entre riscos y cumbres andinas, y rodeado de laderas, riachuelos y potreros con olor a eucaliptos y cafetos, y arropado por ligeros aires cordilleranos, pero sin murallones que congelen el aliento, el petróleo surgió por primera vez en suelo venezolano el 18 de mayo de 1875, en las cercanías de Rubio, municipio Junín del fronterizo estado Táchira, en la finca “La Alquitrana”, de Manuel Antonio Pulido Pulido; a este pozo petrolero se le llamó “Eureka”. Un terremoto producido en la ciudad de Cúcuta, Departamento del Norte de Santander (Col.), hizo sentir sus efectos sísmicos en la frontera colombo-venezolana, y los impactos telúricos estremecieron las poblaciones de Capacho, Rubio y San Antonio del Táchira. Tres años más tarde (12 Oct. 1878) se constituye legalmente la primera compañía petrolera venezolana, llamada la Compañía Minera Petrolia del Táchira, de capital enteramente nacional; y posteriormente, pero ya en enero de 1881, se otorgó la primera concesión efectiva para la explotación de petróleo, y es así como después llega la New York & Bérmudez Company, la precursora de las transnacionales que consecutivamente arribaron atraídas por la magnetización del petróleo. 

Para aquel entonces, mientras el estado Táchira era un estado lejano y ajeno de la capital de la república, Venezuela venía de ser sacudida por repetidas guerras civiles desde 1830, desde el mismo momento del alba de la Patria libre, una Venezuela en que parecía que el tiempo se detenía, estancada, adormecida en su destino y donde reinaban el pesimismo y la autarquía política, debido a los caciques o caudillos regionales. A partir de aquí, Venezuela relegó al sector agrícola y productivo, y se plegó a la capacidad de absorción de capital de un país rentista, y que “tomó la vía cómoda del parasitismo y de la vida fácil” (A. Uslar, 1936).

Petróleo y Estado

Fue de esta forma como las principales fuentes en la formación y acumulación internas de capital, así como el elemento de vinculación al mercado capitalista mundial, vinieron dadas por la renta del suelo y la condición rentística de la economía y del Estado venezolanos, y ello permitió que se asentaran las bases teóricas y empíricas de la economía política del “Capitalismo Rentístico” (A. Baptista, 1987). Esto planteó necesariamente el dilema petróleo vs. desarrollo, y el Estado se inclinó gradualmente por utilizar, solo en principio, buena parte de la renta petrolera en función del desarrollo agrícola e industrial del país, a la vez que ampliaba su radio de acción para llenar el espacio que aun no podía ocupar un capitalismo nacional privado incipiente, timorato, sin imaginación y nada audaz.

Se trataba del petróleo como riqueza principal, riqueza que había llegado por azar de la naturaleza y no tendría que ser producida, sino simplemente extraída del subsuelo y ser vendida a los mejores precios de realización en el mercado mundial de los hidrocarburos. Es decir, hace 150 años (1875-2025) que Venezuela empezó a gravitar bajo la órbita del barril: petróleo, concesiones, renta, opulencia, bonanza, despilfarro y dinero, se convirtieron en los signos de la historia cuando, por las grietas del tiempo, ya se filtraban las últimas luces vespertinas del siglo XIX, y en momentos en que “La Revolución Liberal Restauradora”, o también llamada “Revolución de los Sesenta”, pisaba tierra capitalina con Cipriano Castro Ruiz a la cabeza. Así se da el génesis de lo que subsecuentemente algunos historiadores llamaron “La Hegemonía de los Andinos en el Poder”.

Siembra del petróleo

Fue en la década de los años veinte cuando en Venezuela comenzó de verdad la “era del petróleo”; pues ya para finales de tal década el país se había convertido en el primer exportador, y el segundo productor, de petróleo del mundo. No obstante, al transcurrir la tercera década del siglo XX se dio un debate entre Vicente Lecuna (1870-1956) y Alberto Adriani (1898-1936), sobre cómo administrar los ingresos que sobrevendrían producto de la actividad petrolera; Adriani argumentaba la tesis de la Venezuela productiva, y no rentística, a través del desarrollo agrícola. Es decir, era la prevención de buscar en la agricultura una estable riqueza, para no depender únicamente del subsuelo, y esquivar así a la Venezuela mono exportadora del “oro negro”.  

Fue realmente Alberto Adriani, “considerado como el reformador de la economía moderna venezolana” (J.M. Sosa, 2012), el primero en exponer y desarrollar en forma conceptual, amplia y estructurada la tesis de la “Siembra del Petróleo” (véase “Labor Venezolanista” de A. Adriani, 1935), en la que planteaba la utilización del ingreso petrolero en inversiones reales productivas para la consecución de una economía diversificada, donde el petróleo coexistiría con otras actividades económicas que fueran capaces de equilibrar e impulsar al país hacia el desarrollo, y fomentar por doquier medios de producción; después sería Arturo Uslar Pietri (1906-2001), cuando ya la muerte se había adjudicado la victoria sobre la vida de Adriani (08 Ago.1936), el encargado de propagar y popularizar la mencionada frase, citada en el editorial del diario Ahora (14 jul. 1936).

Concesiones, petróleo y poder

El petróleo consolidó a Juan Vicente Gómez en el poder, y el binomio petróleo-poder se hizo indisoluble, cuando la ruleta de concesiones a granel favoreció a sus albaceas y a las grandes empresas transnacionales que ya recorrían los confines de la tierra buscando yacimientos. Fue lo que más tarde alguien llamó la “Danza de las concesiones” (R. Betancourt, 1956); concesiones, capital internacional, latifundio, transnacionales, opresión y dictaduras, fueron los elementos que se refugiaron debajo del paraguas petrolero de aquel tachirense nacido en la aldea La Mulera, del fronterizo Municipio Bolívar (Capital San Antonio) del estado Táchira.

Así la industrialización dio sus primeros pasos y el Estado se fortaleció para completar la adecuación de este a la nueva dinámica social, política y económica que vivía el país, mediante la creación de empresas, institutos y organismos estatales, que hicieron su aparición gracias a la “era petrolera”. La explotación del petróleo se impuso y avasalló para siempre al sector agrícola y cualquier otro sector de importancia regular en la economía nacional. Aquí nació el Estado poderoso, omnipotente y omnipresente, que todo lo puede, todo lo subsidia, lo regala o subasta; y nació también la Venezuela atada umbilicalmente al barril de petróleo, condicionó su futuro a la volatilidad de los precios del crudo y a la impredecibilidad del mercado petrolero.

En este sesquicentenario de la aparición por primera vez del petróleo en suelo venezolano, podemos afirmar que la historia de nuestros tiempos sigue escribiéndose con petróleo, mientras añoramos aquellas bonanzas que mal gastamos, y ahora vivimos laberínticamente tiempos impredecibles de precios bajos, y de una inexplicable perdida en la capacidad de la producción petrolera, a no ser por la incapacidad, deficiencia e incompetencia de manejar la industria petrolera como se ha venido manejando en las dos últimas décadas y media. Lamentablemente, a este gobierno se le hizo tarde para sustituir el modelo rentista-petrolero y desperdició la mejor oportunidad de la historia, la más grande bonanza petrolera de todos los tiempos (2009-2014), para haber logrado la emancipación económica del petróleo; e hizo todo lo contrario: ratificó, reafirmó y profundizó, con todas sus endemias y perversidades, el carácter netamente rentista de la economía venezolana.

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